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En primer lugar, tenemos vastas extensiones de tierras de buena calidad, clima favorable que nos posibilita obtener varias cosechas al año y que nos permite producir ganado exclusivamente a pasto; y, lo más importante, tenemos una muy abundante mano de obra, necesitada y deseosa de progresar con el fruto de su esfuerzo.
En segundo lugar, ya disponemos de los conocimientos (tecnologías y experiencias exitosas) que son necesarios para hacer una muy eficiente producción, transformación y comercialización de productos agropecuarios. Desafortunadamente, dichos conocimientos están siendo adoptadas apenas por una minoría de productores rurales más eficientes. Tal exclusión es lamentable porque muchas de las mencionadas tecnologías y experiencias, son de bajo costo y fácil adopción, y como tales podrían y deberían estar beneficiando todos los productores rurales de cada país. Sin embargo ello no ocurre porque estos valiosos conocimientos permanecen ociosos/subutilizados en las estaciones experimentales, en las universidades, en las cooperativas, en las páginas web y, muy especialmente, dispersas en las fincas de los agricultores más eficientes que ya están adoptándolas. La correcta aplicación de las referidas tecnologías y experiencias permitiría solucionar gran parte de los problemas de la mayoría de los productores rurales. Desafortunadamente ello no ocurre porque dicha mayoría no las conoce o no sabe aplicarlas de manera correcta.
En tercer lugar, disponemos de métodos y medios, eficaces y de bajísimo costo (emisoras radiales y de televisión, e-mail, páginas web, etc.), a través de los cuales podríamos y deberíamos difundirlas rápida y masivamente en beneficio de todas las familias rurales. En resumen, tenemos a nuestra disposición casi todos los requisitos necesarios para hacer una agricultura que al ser mucho más eficiente y más productiva podría generar las riquezas que necesitamos para reducir la pobreza y el subdesarrollo rural.
Y si es así ¿por qué no lo hacemos? Por la sencilla razón de que la mayoría de nuestros agricultores no poseen las competencias necesarias para hacerlo; es decir les faltan conocimientos, habilidades, actitudes y hasta valores orientados al autodesarrollo ¿Y por qué los habitantes rurales no poseen las referidas competencias?
Básicamente por las siguientes razones.
1 - En primer lugar, porque los conocimientos que sus padres les transmitieron ya están desactualizados y son insuficientes para que ellos puedan sobrevivir económicamente en la agricultura moderna y globalizada.
2 - En segundo lugar porque las escuelas fundamentales rurales que, para la mayoría de los habitantes del campo, son la única oportunidad de aprender algo útil para la vida y el trabajo en el campo, enseñan a los niños muchos contenidos irrelevantes en vez de proporcionarles los conocimientos necesarios para que puedan ser productores más eficientes y más emprendedores, mejores padres/madres de familia, mejores ciudadanos, empleados más eficientes y miembros más solidarios y participativos de sus comunidades. Existe un impresionante desencuentro entre lo que esas escuelas rurales enseñan y aquello que los educandos realmente necesitan aprender. Gran parte de sus contenidos curriculares no tienen ninguna aplicación en la solución de los problemas cotidianos de los educandos, ya sean laborales, familiares o comunitarios.
3 - En tercer lugar porque los servicios públicos de extensión rural—que podrían y deberían contrarrestar las dos debilidades educativas hasta aquí analizadas—- están contaminados por las interferencias político-partidarias, burocratizados y excesivamente centralizados. Con tales restricciones los extensionistas, aún en contra de su voluntad, dedican más tiempo a burocratizar en las oficinas que a capacitar a los agricultores en las fincas y comunidades rurales. Las pocas veces que logran ir al campo, después de enfrentar un largo peregrinaje burocrático para obtener el vehículo, el combustible y los viáticos, muchos de los extensionistas no están en condiciones técnicas de corregir los errores que los agricultores cometen y de solucionar los problemas que los afectan; estas debilidades técnicas de los agentes de extensión ocurren debido al motivo descrito a continuación. En cuarto lugar porque las facultades de ciencias agrarias están excesivamente “urbanizadas” y desconectadas de la realidad concreta de los productores rurales y de los potenciales empleadores de sus egresados.
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Con tantas debilidades en la formación de los egresados, ¿cómo esperar que los servicios de extensión rural sean eficientes y promuevan los cambios que necesitan los agricultores y la agricultura? Afortunadamente la corrección o eliminación de la mayoría de las ineficiencias y distorsiones recién descritas depende en gran medida de la decisión y voluntad personal de los directores, maestros, profesores y extensionistas. Al contrario de lo que suele afirmarse la corrección de estas distorsiones no requiere de altas decisiones políticas del Poder Ejecutivo, del Congreso Nacional, del Ministerio de Educación, del Ministerio de Agricultura o de los rectores de las universidades. Las medidas que realmente dependen de ayudas externas podrán ser postergadas para que, en lo inmediato, los educadores puedan concentrarse en corregir lo que está al alcance de ellos.
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