8.11.10

Agua para Siempre, contra la pobreza


Raúl Hernández, con su proyecto Agua para Siempre, se convirtió este domingo 7 en el ganador del programa Iniciativa México y de 10 millones de pesos que podrán ser destinados en beneficio de su causa.

“Quiero agradecer a todos los campesinos que han creído en esto y que han trabajado 30 años en esto, a todo el equipo que han entregado su vida, hoy este reconocimiento llega a todos los pueblos indígenas y campesinos”, indicó Raúl Hernández.

José Narro, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue el encargado de entregarle el reconocimiento al proyecto ganador, luego de vencer a Miguel Barrera, de Marabunta; Héctor González, de Fuente de Proteína, y Mariana Baños, de Llamadas que Cambian Vidas.

“Esperemos que ésta sea la primera de muchas iniciativas a favor de la justicia, de la lucha contra la pobreza, a favor de la igualdad y contra la exclusión, unidos los mexicanos hemos de salir adelante”, dijo el rector al entregar el reconocimiento al ganador de la final.

Hernández no recibirá el dinero en efectivo, ya que se le entregará en especie, pero está obligado a dar un plan de trabajo en el que se indique en qué empleará los recursos y a quién beneficiará.

A la cantidad a la que se hizo acreedor al ganar Iniciativa México se le suman 10 millones de pesos más, que el presidente Felipe Calderón se comprometió a dar.

Luis Petersen Farah escribió este artículo muy interesante que nos permitimos incluir en nuestro blog:

Una iniciativa muy refrescante

Es en todos sentidos refrescante saber de poblaciones que han logrado tener agua para producir, reintegrar el líquido a la tierra, mejorar su nivel de vida y hacerlo comunitariamente. Es refrescante también saber que esos logros pueden ser replicados en otras partes.

Hace treinta años que Raúl Hernández y Gisela Herrerías se instalaron en Tehuacán, Puebla, como parte de un grupo que buscaba soluciones para el desarrollo en las partes más pobres del país. Desde entonces reconocían que la escasez de agua era una limitante clave para el avance regional. Pero no todo era carencias: contaban con la riqueza de los pueblos de la región, acumulada a lo largo de su historia.

Lo que han hecho desde entonces impresiona. Hay agua, represas, agroindustria y desarrollo de tecnologías para el cultivo intensivo de amaranto que les llevó a conseguir reconocimientos de la FAO y el PNUD. Su metodología participativa orientada al desarrollo sostenible va dejando a su paso aprecio por el trabajo y por los bienes comunes. Quizá este sedimento educativo sea su mayor acierto.

Agua para Siempre fue uno de sus primeros programas. Empezó en 1988 alrededor de la presa Santa María la Alta. Diez años después creció con el apoyo de las fundaciones Ford y Conrad N. Hilton. En 1999 inauguraron el Museo del Agua, un centro de exposición y cursos sobre el tema. A partir de entonces han ganado premios por todo el mundo.

Han demostrado que es posible impulsar el desarrollo sostenible de poblaciones marginadas mediante la regeneración de sus cuencas. Con técnicas de retención de suelos, restauración de vegetación y aprovechamiento óptimo del agua, han aumentado la disponibilidad del agua, disminuido la contaminación y mejorado los terrenos de cultivo. Integran el legado de los antiguos en la región Mixteca y el Valle de Tehuacán: la construcción de terrazas, canales y presas para aprovechar los suelos, con los conocimientos y las tecnologías actuales de información satelital.

Agua para siempre es refrescante. Existen acciones comunitarias responsables, sostenibles e inteligentes aquí, en un país como México donde ha resultado más fácil ver las fracturas sociales que los proyectos y los resultados, donde se juzga la desigualdad, en el mejor de los casos, como algo dado y sin remedio, y donde, sin embargo, ya no se puede pensar en superar la violencia si no se superan de raíz la pobreza y la marginación.

MILENIO

6.11.10

El socialismo estadounidense para los ricos

  • Joseph E. Stiglitz

Aprovechando todas las referencias a los “brotes verdes” de la recuperación económica, los bancos estadounidense están intentando repeler las iniciativas emprendidas para regularlos. Si bien los políticos hablan de su compromiso con la reforma normativa para prevenir una recurrencia de la crisis, esta es un área donde lo importante realmente está en los detalles, y los bancos harán uso de toda la fuerza que les resta para asegurarse de tener un amplio margen de maniobra para seguir actuando como en el pasado.

El viejo sistema funcionaba bien para los bancos (si bien no para sus accionistas), así es que ¿por qué tendrían que apoyar el cambio? De hecho, las iniciativas por rescatarlos dedicaron tan poco esfuerzo a pensar en cómo ha de ser el tipo de sistema financiero post-crisis que queremos, que terminaremos teniendo un sistema bancario menos competitivo, en que los grandes bancos que eran demasiado grandes como para caer se volverán todavía más grandes.

Por largo tiempo se ha reconocido que los bancos estadounidenses que eran demasiado grandes como para caer también eran demasiado grandes como para poder ser administrados, y esa es una de las razones de que el desempeño de varios de ellos haya sido tan deslucido. Cuando fracasan, el gobierno diseña una reestructuración financiera y proporciona seguros para los depósitos, ganando voz y voto en su futuro. Las autoridades saben que, si esperan demasiado, es probable que los bancos zombie o casi zombies -con poco o ningún valor neto, pero a los que se trata como si fueran instituciones viables- "apostarán a la resurrección". Si hacen grandes apuestas y ganan, se irán con las ganancias; si pierden, el gobierno tendrá que hacerse cargo.

Esto no sólo es teoría; es una lección que aprendimos, a un gran coste, durante la crisis de las Cajas de Ahorro Préstanos de los años 80. Cuando la máquina expendedora de dinero dice "fondos insuficientes", el gobierno no quiere que esto signifique que el banco, en lugar de la cuenta de la persona, está sin dinero, así es que interviene antes de que la bandeja se vacíe. En una reestructuración financiera, por lo general los accionistas quedan fuera de la mesa, y los tenedores de bonos se convierten en los nuevos accionistas. Algunas veces, el gobierno debe proporcionar fondos adicionales, o un nuevo inversionista debe estar dispuesto a hacerse cargo del banco fallido.

Sin embargo, la administración Obama ha introducido un nuevo concepto: “demasiado grande como para ser reestructurado financieramente”, bajo el argumento de que sería un desastre si intentáramos aplicar las reglas habituales a estos grandes bancos. Los mercados entrarían en pánico. Así es que no sólo no podemos tocar a los tenedores de bonos, sino que ni siquiera podemos afectar a los accionistas, incluso si el valor actual de la mayoría de las acciones no hace más que reflejar una apuesta sobre un rescate del gobierno.

Creo que este juicio es erróneo. Pienso que la administración Obama ha sucumbido a la presión política y al amedrentamiento de los grandes bancos. Como resultado, la administración ha confundido rescatar a los banqueros y sus accionistas con rescatar los bancos.

La reestructuración da a los bancos la oportunidad de comenzar de nuevo: los nuevos potenciales inversionistas (ya sea tenedores de capital patrimonial o de instrumentos de deuda) tendrán más confianza, otros bancos estarán más dispuestos a prestarles, y ellos estarán más dispuestos a prestar a otros. Los tenedores de bonos se beneficiarán de una reestructuración ordenada, y si el valor de los activos es realmente mayor a lo que cree el mercado (y los analistas externos), terminarán por cosechar las ganancias.

No obstante, lo que está claro es que los costes actuales y futuros de la estrategia de Obama son muy altos, y que hasta ahora no han logrado su limitado objetivo de hacer que los bancos vuelvan a prestar. El contribuyente ha tenido que aportar miles de millones y ha dado miles de millones más en garantías, y lo más probable es que el momento de pagar la factura llegue en el futuro.

Reescribir las reglas de la economía de mercado –de un modo que ha beneficiado a quienes han causado tanto sufrimiento a toda la economía global- es peor que financieramente costoso. La mayoría de los estadounidenses lo ven como algo obscenamente injusto, en especial después de ver cómo los bancos desviaban los fondos destinados a resucitar la otorgación de préstamos y los usaban para pagar bonificaciones y dividendos exagerados. Quebrar el contrato social es algo que no se debe hacer a la ligera.

Sin embargo, este nuevo sucedáneo del capitalismo, en que las pérdidas se socializan y las utilidades se privatizan, está condenado al fracaso. Los incentivos se distorsionan y no hay disciplina de mercado. Los bancos “demasiado grandes como para ser reestructurados” saben que pueden apostar con impunidad y, con una Reserva Federal que pone los fondos a su disposición a tipos cercanos a cero, tienen amplios recursos para hacerlo.

Algunos han llamado a este nuevo régimen “socialismo con características estadounidenses”. No obstante, al socialismo le preocupan las personas comunes y corrientes, mientras que Estados Unidos ha dado poca ayuda a los millones de estadounidenses que están perdiendo sus casas. Los trabajadores que pierden sus empleos reciben sólo 39 semanas de beneficios de desempleo limitados, y después quedan a su suerte. Y, cuando pierden sus empleos, también pierden su seguro de salud.

Estados Unidos ha ampliado su red de seguridad para las corporaciones de maneras sin precedentes, desde los bancos comerciales a los bancos de inversión, luego a los seguros y tras ellos a la industria automotriz, sin que esté a la vista dónde se detendrá. En realidad, esto no es socialismo, sino la ampliación de una prolongada política de estado de bienestar para las corporaciones. Los ricos y los poderosos recurren al gobierno para que los ayude siempre que pueden, mientras que las personas en situación de necesidad reciben poca protección social.

Tenemos que fragmentar los bancos “demasiado grandes como para caer”; no hay evidencias de que estos mastodontes conlleven beneficios para la sociedad que sean proporcionales a los costos que han impuesto a los demás. Y, si no los dividimos, entonces tenemos que limitar severamente lo que hacen. No se les puede permitir hacer lo que hicieron en el pasado: apostar a cuenta de los demás.

Esto plantea otra pregunta acerca de los bancos "demasiado grandes como para caer" y “demasiado grandes como para reestructurarlos" de Estados Unidos: tienen demasiado poder político. Sus estrategias de influencia funcionaron bien, primero para desregular y después para hacer que los contribuyentes pagaran la limpieza. Ahora esperan que, una vez más, les funcione el truco para quedar libres de hacer lo que les plazca, independientemente de los riesgos para los contribuyentes y la economía. No podemos permitir que eso ocurra.

Joseph E. Stiglitz, profesor de Economía en la Universidad de Columbia, encabeza una Comisión de Expertos, nombrados por el Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, acerca de las reformas al sistema financiero y monetario internacional. En su libro Cómo hacer que funcione la globalización, publicado en 2006, se discute la creación de un nuevo sistema de moneda de reserva global.

Copyright: Project Syndicate, 2009.
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Traducido del inglés por David Meléndez Tormen