Si no nos remordiera, no ascenderíamos. El dolor es acicate. Sentir remordimiento equivale a odiarse, a estar descontento.
Si bien el remordimiento no sirve para borrar el acto, sirve para evitar su repetición y para que no se convierta en hábito.
Sin el mecanismo del remordimiento, el hombre no sería lo que es. Sería un ser tranquilo, sin porvenir, como el caballo. En los otros animales no existe el remordimiento. De ahí su belleza plástica, su naturalidad.
Mientras que nosotros tenemos aspecto de promesa, de obra comenzada, de esbozo. Como animal, es detestable el hombre. El remordimiento comprueba que somos futuros diosecitos, o sea, herederos del reino.
El remordimiento es prueba de que no somos completamente terrenales; que habitamos aquí provisionalmente, como en una escuela.
Fernando González
16.6.06
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