5.1.06

Ganan mucho, pagan poco y se quejan siempre

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En general, aunque la vida en el campo es difícil, los grandes agricultores han obtenido rendimiento. Sus propiedades aumentaron de precio incluso en moneda dura.

El fenómeno no debe confundirse, sin embargo, con la burbuja especulativa que impulsó las cotizaciones de la propiedad urbana, donde existe una notable brecha entre los costos de la construcción y los valores finales de los inmuebles. La valuación de la tierra tiene un carácter muy diferente.

Leamos lo que dice Susana Díaz en Página 12, diario impactante de Buenos Aires:

En contraposición con lo que ocurría, por ejemplo, en el siglo XVIII, cuando los economistas clásicos consideraban al factor tierra separado del factor capital, en los albores del siglo XXI esta separación dejó de existir. La tierra es capital y, al igual que cualquier otro capital, su precio resulta guiado por el principio de la rentabilidad esperada. Simplificando, el valor de un campo (del producto que sea) dependerá en última instancia de la cantidad de soja que éste pueda producir, así como del precio que se perciba por esta producción. Si el precio del producto se mantiene o crece en dólares, los precios de los campos también se mantendrán o crecerán en moneda dura. Las variaciones cambiarias sólo producirán oscilaciones temporalmente acotadas.

Como suele suceder tras las devaluaciones, los costos de producción suben a paso más lento. Los primeros en recuperarse fueron los precios de semillas y agroquímicos, donde el poder de los proveedores resulta evidente. En contraposición, el precio de la mano de obra todavía está lejos de volver a sus ya deprimidos niveles de fines de los ’90, una realidad directamente vinculada con su peso marginal en la estructura de costos del agro.

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