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La frase anterior fue pronunciada por Antonio Estevan, especialista en planificación territorial y ambiental, ingeniero industrial y técnico urbanista.
Entrevistado por el semanario digital de responsabilidad social denominado Responsables.biz, el experto analiza en un reportaje algunos de los temas que construyen y, a veces, diluyen el debate sobre la sostenibilidad, como ser el problema del transporte, la lucha contra el cambio climático, las energías alternativas, el rol que jugará el agua en el futuro, los bonos de carbono y qué pueden hacer las empresas para contribuir a mejorar las cosas.
Indica que si entendemos el crecimiento económico como inexorablemente asociado al aumento indefinido de las variables físicas de la economía (movilidad, transformación de territorio, extracción de recursos, consumos energéticos, etc.), que es como se entiende en la actualidad, entonces evidentemente los conceptos crecimiento y sostenibilidad son irreconciliables.
Ninguna magnitud física en crecimiento constante cabe durante un tiempo indefinido en un recinto finito como es el planeta Tierra.
Antes o después el proceso de crecimiento colapsará o hará crisis de algún modo.
Pero ese “colapso ecológico” no implica la desaparición de la humanidad en un momento dado relativamente próximo, como muchas veces se ha afirmado de un modo apocalíptico, "que no resulta creíble porque no es cierto".
Lo que está en riesgo -dice- no es la supervivencia de la humanidad, sino las condiciones de supervivencia de la humanidad.
Salvo en el caso de eventos no pronosticables como colisiones siderales o pandemias fulminantes, y por lo que se refiere a la pura supervivencia, la humanidad tiene un largo camino por delante, haga lo que haga con su medio ambiente.
La cuestión está en ver si las condiciones ambientales en las que se sobrevive valen la pena o, expresado de modo más concreto, si los beneficios del crecimiento económico convencional compensan socialmente la pérdida de calidad ambiental, tanto en términos globales como en términos del reparto social de los beneficios económicos y las pérdidas ambientales, un reparto que es crecientemente desigual.
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