En un estudio dirigido por el economista Jonathan Murdoch, que se publicará en abril próximo se dibuja por primera vez una visión muy concreta y muy profunda de la vida diaria de los hogares más pobres del mundo. En un momento en el que se habla tanto de miles de millones, incluso de billones de dólares, es interesante analizar la verdadera vida de la gente.
Después de seguir y analizar durante cinco años, del 2000 al 2005, más de 250 hogares precarios (con ingresos de menos de 2$ diarios, umbral de pobreza fijado por el banco mundial) en la India, en Bangladesh y en Suráfrica, estos economistas describen por primera vez el uso que hace esta población del escaso dinero del que dispone.
El resultado es sorprendente: los muy pobres viven en la economía monetaria con tanta sofisticación como los ricos. De los seis mil quinientos millones de habitantes del planeta, al menos dos mil ochocientos millones están en situación de pobreza (ingresan menos de dos dólares al día) de los cuales mil cien millones están en situación de extrema pobreza (menos de un dólar al día). Ninguno es desempleado. Los muy pobres trabajan todos. La mayoría son trabajadores temporales, jornaleros, trabajadores estacionales, en el campo y en la ciudad.
La mayoría de los que ganan menos de un dólar al día están en Asia del Sur (39%), Asia del Este (33%) y en la África Sub-Sahariana (17%). Las mujeres constituyen la inmensa mayoría de los pobres, especialmente en el campo.
El grueso de sus ingresos se destina a las compras de primera necesidad: alimentación, transporte, salud, alojamiento y la educación de los niños. Pero a veces también al alquiler de un vehículo o de un teléfono móvil; para ello y es la gran sorpresa que nos depara el estudio, ahorran: los muy pobres hacen un uso muy sofisticado del poco dinero del que disponen.
Tienen que transformar sus ingresos irregulares en un flujo continuo de recursos para hacer frente a sus necesidades diarias. Ahorrar es para ellos una cuestión de vida o muerte. Los días de paga tienen que adelantarse a posibles épocas de hambre, de inactividad, de enfermedades, a un fallecimiento o una boda y a otros posibles riesgos: el monzón en la India, la propagación del SIDA en Suráfrica, enfermedades infecciosas en Bangladesh. Guardan sus ahorros en casa o en casa del vecino para alejar la tentación de gastar, en asociaciones de ahorro, en instituciones de microcrédito o, de forma excepcional, en bancos.
También ocurre que contraten un seguro médico o un seguro de vida. Y como es difícil encontrar una buena inversión para poner sus ahorros, es frecuente, especialmente entre las mujeres, que ahorren comprando oro. Por otro lado, también sucede que toman dinero prestado de sus familias, sus empleadores, una casa de empeño o un banco, para crear una actividad rentable o hacer fructificar su capital. De promedio, un hogar muy pobre recurre a una decena de instrumentos financieros distintos al año. Y es frecuente verlos pedir un préstamo aunque dispongan del dinero suficiente para comprar.
¿Un ejemplo? El equipo de Jonathan Murdoch siguió durante un año a Hamid et Khadija, una pareja con un hijo que vive en una ciudad de Bangladesh. Ganan unos 70 dólares al mes (es decir menos de 2 dólares por persona). Sus activos suman 175 dólares, con el siguiente reparto: 76$ invertidos en un seguro de vida, 17$ en una empresa de microcrédito, 8$ en una cuenta, 2$ en casa, prestan 40$ a conocidos, 30$ prestados a la “casa del pueblo” y 2$ de liquidez. En paralelo, sus deudas ascendían a 223,34$: 153,34$ de un préstamo procedente de una empresa de microcrédito, 14$ de un préstamo privado, 10$ para reembolsar un adelanto de dinero, deben 20$ a una caja de ahorros, 16$ de deudas en un comercio y 10$ para el alquiler de un vehículo de uso profesional.
Los muy pobres ahorran proporcionalmente más que los ricos. Y los tres mil millones de personas (que se convertirán en cinco mil millones cuando la población mundial alcance los nueve mil millones) constituyen un potencial formidable que empieza a interesar a los bancos. En la India, el gobierno ordenó recientemente a los bancos reducir los trámites necesarios y eliminar el importe mínimo para la creación de una cuenta. En Suráfrica, la creación de la “cuenta Mzansi”, permite acceder al ahorro pagando un precio muy reducido. La crisis financiera nos lo recuerda: el mundo necesita un sistema financiero trasparente, al servicio de la gente et de sus proyectos. Es cada vez más importante establecer regulaciones rigurosas para evitar que se generalice, a escala mundial, el escándalo de las “subprimes”.
[Coluche fue actor cómico muy popular en Francia en los años 80]
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