10.6.10

El pecado de ser rico

  • El gobierno de Chávez se empeña en destruir la riqueza

DESCIFRADO

En días recientes Venezuela ha sido foco de atención de destacados analistas internacionales por la extraña circunstancia de que el gobierno de Hugo Chávez quiere dominar el mercado cambiario a punta de pistola y llevar a prisión a empresarios que jugaron limpiamente según las reglas fijadas.

En España y en Colombia, Fernando Savater y Héctor Abad Faciolince respectivamente han hecho referencia al bosque que quizás los venezolanos no logramos percibir con toda nitidez, tan pendientes como estamos de los árboles (sobre todo que no nos caigan encima). Una vez más se trata de la manera como fue abordado el desbordamiento especulativo del mercado permuta que permitió amasar grandes fortunas tanto a financistas honrados como a aprovechadores a la sombra del gobierno.

Como todo el mundo sabe, el mercado permuta fue creado por el gobierno en 2003 en el afán de ofrecer opciones de acceso a divisas dadas las dificultades del régimen controlado y negado como ha estado a un régimen de cambio libre. Mientras había dólares a manos llenas no pasaba nada. Pero, cuando el billete verde comenzó a escasear a consecuencia de la caída del ingreso petrolero, como diría un mexicano, se les fue de madre, produciendo al desbordarse la mini-crisis financiera de diciembre pasado en unos bancos creados o mantenidos a la sombra de contactos con el gobierno.

La respuesta es de todos conocida: llegado el momento de explotar la burbuja cambiaria venezolana, en vez de limpiar la gangrena, terminaron pagando justos por pecadores.

Como dice Abad Faciolince, haciendo referencia a uno de los presos más conspicuos: Herman Sifontes (Econoinvest) está preso "por el único pecado de ser rico (no porque haya robado), sino gracias a un trabajo serio en la banca y en la bolsa", lo que Savater, a su vez interpreta como que "el Presidente... ha decidido que las casas de bolsa son las culpables del desastre económico de su país". Dice Abad, "Sifontes (añade Descifrado, también una importante lista de empresarios y ejecutivos financieros) son presos del Presidente, no de los jueces. Él ha resuelto que todos los banqueros son ladrones".

Pero no se trata de un arrebato pasajero o de un tic violento ocasionado porque se haya disparado el dólar. Es algo más profundo, si se quiere más de vida o muerte.

Se trata de la negación rotunda de la riqueza como valor. Afirma el español Savater, el gobierno "no castiga a quienes empobrecen el país, sino a quienes culturalmente lo enriquecen. Y de paso encubre a los auténticos creadores de miseria".

A lo que responde el colombiano Abad en contrapunto: "¿Los banqueros son ricos? Claro, en cualquier parte del mundo. ¿Por qué? Porque (...) nadie le entrega su plata a un banquero pobre y le dice: "Aquí están mis ahorros, págueme lo menos que pueda". Los bancos ganan porque todos somos codiciosos. ¿Quieren cambiar esta regla del capitalismo? Cámbienla. Pero no metan presos a los que jugaban limpiamente con las reglas anteriores". Ese es el fondo del asunto. Es tan profunda la negación de la riqueza y las maneras honestas de producirla por quienes gobiernan, que hay que cebarse en los banqueros o financistas, que en todos los rincones del mundo tienen mala prensa.

Para terminar, esta reflexión sin desperdicio del vasco Savater:

"Se cuenta que, en la época de la llamada ’revolución de los claveles’ portuguesa, uno de sus más radicales y menos ilustrados representantes -Otelo Saraiva de Carvalo- acudió a Suecia para pedir apoyo político. El entonces presidente del país escandinavo, el socialdemócrata Olof Palme (más tarde asesinado) le preguntó por su programa de reformas. "Queremos acabar con los ricos", le dijo muy ufano el militar extremista. Y Palme le respondió: "es curioso, porque lo que nosotros pretendemos aquí es acabar con los pobres".
Portugal tuvo la fortuna que el mentado Saraiva de Carvalo pasara a la historia como mero incidente de una era dictatorial que se cerraba, pero su gusto por la destrucción no llegó a mayores. Venezuela, en cambio, anda en plena odisea destructiva de la riqueza y del potencial para generarla.

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