El problema más grave y extendido que encara el mundo actual es el creciente abismo entre los más ricos y los más pobres de la Tierra. Sin embargo, nuestros candidatos políticos y actuales dirigentes no afrontan esta cuestión tanto en su dimensión de problema de orden moral como en su aspecto de cuestión preferente en términos deseguridad nacional.
La guerra contra el terrorismo no se puede ganar a menos que dediquemos un mayor esfuerzo a compartir de manera justa los recursos existentes y a responder a las necesidades sociales y económicas mundiales.
En la actualidad, ciudadanos de los países más ricos del mundo son, como mínimo, 75 veces más ricos que los que viven en los países más pobres, y el abismo sigue ahondándose. Esta extrema pobreza se halla íntimamente entrelazada con una más amplia red de problemas que incluye los del terrorismo, la inestabilidad económica y la enfermedad.
Recuerdo que mi esposa Rosalynn y yo estábamos en Mali para tratar asuntos relacionados con el proyecto del Centro Carter de ayuda a los malienses en cuestiones relativas a la planificación del desarrollo. Mali se halla entre los diez países más pobres del mundo. El 91% de su población vive con menos de dos dólares al día. Su tasa de analfabetismo es del 59% y la de mortalidad infantil, de 126 casos por mil.
Mali —país agrícola— no puede salir adelante porque las exorbitantes subvenciones a las enormes plantaciones algodoneras estadounidenses representan en el caso de Mali unas pérdidas muy superiores al monto total de la ayuda que este país recibe de los países ricos. El año pasado los malienses produjeron más algodón que cualquier otro país africano —el algodón es su primer producto de exportación—, pero tuvieron que venderlo con escaso o nulo margen de beneficio para competir con la cosecha estadounidense, fuertemente subvencionada.
Las políticas que aplica Estados Unidos ocasionan graves consecuencias en el contexto de la economía global.
La gente que vive en la más severa pobreza es tan inteligente, creativa y trabajadora como usted o como yo. Pero los países ricos de la Tierra han demostrado una trágica carencia de atención y solicitud hacia las personas que soportan una existencia caracterizada por la extrema pobreza.
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