“Yo tuve un sueño en el que un día mis cuatro hijos vivirían en una nación donde no serían juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”.
Exactamente dijo Martin Luther King, el "rey" de la defensa de los negros":
"Yo tuve un sueño. Soñé que un día en las rojas colinas de Grecia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de sus amos se sentaban juntos en mesa de hermandad. Soñé que un día mis cuatro hijos negros no eran juzgados por el color negro de su piel, sino por el contenido de su responsabilidad.
Hoy he tenido un sueño. He soñado que un día los valles serán rellenados, las montañas serán aplanadas, los caminos tortuosos serán enderezados y la gloria del Señor se revelará y todos la contemplaremos juntos. Esta es nuestra esperanza".
Cuando Martin Luther King Jr. profirió estas palabras en su famoso discurso, evidentemente encontró gran resistencia en el seno de una sociedad conservadora y racista que todavía hoy es prejuiciosa. Su pensamiento “subversivo”, entretanto, encontró aliados. King no vivió para ver los efectos de sus actos. Pero el tiempo se encargó de concretar sus sueños. Si todavía no el de la igualdad al menos el de las oportunidades.
Siempre que enseñe, enseñe también a dudar de lo que enseña. No precisamos saber ni “cómo” ni “donde”, pero existe una pregunta que todos debemos hacernos cuando comenzamos una cosa: “Para qué tengo que hacer esto?”.
¿Y nosotros? ¿También somos pobres soñadores?
Entre acertar y errar siempre hay espacio para errores mayores. La vida no siempre se basa en las respuestas que recibimos, sino también en las preguntas que nos hacemos. El analista Tom Coelho escribió hace dos años que la gran clave para la satuisfacción es algo que casi siempre se nos escapa. "No es conseguir lo que queremos, pero si querer aquello que conseguimos".
"Toda gloria es fruto de la osadía. La osadía de intentar ser siempre mejor. No es una tarea fácil, pues siempre hay una cáscara de banana en el piso, a la espera de una tragedia. Y las sombras son siempre negras, aún la de un cisne. Pensemos en sueños, futuro, objetivos, corrigiendo permanentemente la ruta y bañándose en las aguas permanentes del cambio"
Es paradójico pero es feliz de quien entiende que es precisio cambiar mucho para ser siempre el mismo, pero mejor.
"Una visión sin acción no pasa de un sueño.
Acción sin visión sólo es un pasatiempo
Pero una visión con acción puede cambiar el mundo”
Joel Barker
Cuidado con los sueños
La Biblia -el llamado “Libro de Libros” que, nada es casual, desborda sueños como desborda plegarias- puede consolar pero también advertir: “Vanas y engañosas son las esperanzas del insensato, y los sueños exaltan a los necios. Como quien quiere agarrar la sombra o perseguir al viento, así es el que se apoya en los sueños.
El que sueña es como quien se pone en frente de sí: frente a su rostro tiene la imagen de un espejo. ¿De fuente impura puede salir cosa pura? Y de la mentira, ¿puede salir verdad? Cosa vana son la adivinación, los agüeros y los sueños; lo que esperas, eso es lo que sueñas. A no ser que los mande el Altísimo a visitarte, no hagas caso de los sueños”.
Si se piensa un poco, la cita anterior, tomada del Eclesiastés, 34, 1-6 es una de las mejores definiciones jamás escritas del escritor en dificultades.
El nocturno Nathaniel Hawthorne, en sus fértiles Diarios poblados de sueños, accedía al convencimiento de que en los sueños se encontraba “la percepción instintiva de la realidad”.
Ahora bien: ¿cómo saber si el envío certificado, expreso y onírico tiene como remitente al Altísimo, al Bajísimo, o al escritor de altura media, señas particulares ninguna?
Los antiguos griegos aseguraban -y también Virgilio en La Eneida- que “también el sueño procede de Zeus”. Se sabe que Confucio soñó su muerte y que Nietzsche sentía que “en el proceso de los sueños, el hombre se ejercita para la vida venidera”. Pensar que, a lo largo de los tiempos, Dios dicta mientras el Diablo inspira no resulta de demasiada ayuda.
Unos versos de Antonio Machado -en sus Proverbios y cantares- riman con gracia la complejidad de la relación entre lo divino y lo humano:
“Ayer soñé que veía
a Dios y que Dios hablaba
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba (...)
Anoche soñé que oía
a Dios gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía
y yo gritaba: ¡Despierta!”.
Se dice, también, que “Dios no castiga a nadie sin antes haberle avisado” y que el modo en que advierte es mediante los sueños.
"Un sueño -algo verdadero aunque no tangible- que se las arregla para crecer a ficción, también puede ser un castigo. A la hora de soñar lo que se escribe y de escribir lo que se sueña, los soñadores que escriben -los que sufren el castigo- parecen ser los más autorizados. Esos que sueñan y, al despertarse, ya no están seguros de ser un hombre soñado por una mariposa o una mariposa soñada por un hombre", se comentaba hace algún tiempo en el excepcional diario argentino Página 12.
28.8.05
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