En el prólogo a un libro, el escritor cubano José Martí dejó plasmado estos pensamientos:
"Los hombres inferiores ven con ira la prosperidad de los hombres adinerados, y éstos ven con desdén los dolores reales y agudos de los hombres pobres. No se detienen aquéllos (…) a ver que los hombres ricos de ahora son los pobres de ayer; que el hombre no es culpable de nacer con las condiciones de inteligencia que lo elevan en la lucha leal, heroica y respetable, sobre los demás hombres; que del resultado combinado del genio, don natural, y la constancia, virtud que recomienda más al que la posee que al genio, no puede responder como de un delito el que ha utilizado las fuerzas que le puso en la mente y en la voluntad la Naturaleza (…) jamás acabará por resignarse el hombre a nulificar la mente que le puebla de altivos huéspedes el cráneo, ni a ahogar las pasiones autocráticas e individuales que le hierven en el pecho, ni a confundir con la obra confusa ajena aquélla que ve como trozo de su entraña y ala arrancada de sus espaldas, y victoria suya, su idea propia".
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