
Miguel Ángel Belloso
Lula volvió a ganar ayer las elecciones de Brasil con rotundidad, pese a los apuros de la primera vuelta. Nada que objetar. Bueno: sí. La victoria vino acompañada de algunas frases estúpidas, de esas con las que se suelen acompañar los candidatos de izquierda, como que "el resultado demuestra que los del piso de abajo han llegado al de arriba" o que él nunca olvidará sus orígenes".
Supongo que hay que aguantar estas vainas en el momento de euforia, aunque  de mala manera, porque lo que bien podría objetarse al presidente es que durante  su primer mandato fue incapaz de evitar que muchos compañeros del piso de  abajo, nada más llegar al piso de arriba, incurrieran en casos de corrupción,  una de las lacras de la pasada legislatura.
  No obstante, ya se sabe que la vara de medir no funciona por igual para  quienes están a la derecha o a la izquierda, y en Brasil, estos días, los pocos  que ha peligrado la reelección de Lula, se solía decir que mientras unos han  robado durante trescientos años, éstos sólo lo han hecho los últimos cuatro. Es  decir, la izquierda, como ya he dicho en alguna ocasión, jamás es culpable y, si  roba, lo hace por imitar el mal ejemplo de la derecha.
  En todo caso, Lula ha sido también un mandatario responsable, que ha  impulsado una política económica razonable y que ha conseguido avances -éstos  más discretos- en el terreno social. Una vez ganadas las elecciones, ha  declarado que su nueva política estará presidida por la auteridad fiscal, el  propósito de acelerar el crecimiento -que ha dado los últimos tiempos  muestras progresivas de agotamiento-, y el avance en la redistribución de la  renta. No son malos objetivos, siempre que se sea especialmente cuidadoso en  este último.
  A este respecto, me han parecido muy interesantes las declaraciones hechas  por el anterior presidente Cardoso, cuando, en la jornada previa a las  elecciones, se le preguntó si había divisón en Brasil. Dijo Cardoso: 
"En Brasil no hay división entre ricos y pobres sino entre un Brasil atrasado y otro más moderno. El primero necesita mucho más al Estado, encarnado en Lula, que el segundo. El el norte y en el nordeste (las regiones menos desarrolladas del país), ricos y pobres votaron a Lula. Y el sistema financiera apostaba por él, no por Alckim. Lula no amenaza los intereses de los banqueros. Al contrario. Es el padre de los pobres y la madre de los ricos, a la vez."
¿No les parece un análisis original rematado por una frase brillante?
 "En Brasil no hay división entre ricos y pobres sino entre un Brasil atrasado y otro más moderno. El primero necesita mucho más al Estado, encarnado en Lula, que el segundo. El el norte y en el nordeste (las regiones menos desarrolladas del país), ricos y pobres votaron a Lula. Y el sistema financiera apostaba por él, no por Alckim. Lula no amenaza los intereses de los banqueros. Al contrario. Es el padre de los pobres y la madre de los ricos, a la vez."
¿No les parece un análisis original rematado por una frase brillante?
Demos de todos modos la enhorabuena a Lula y hagamos votos no sólo porque  su nuevo mandato siga la racionalidad económica del primero, sino también para  que ponga coto definitivo a la corrupción -si es que esto es posible alguna vez  en la vida-, y también para que frene el avance de Chávez en la región, de modo  que Brasil recupere el papel predominante que siempre tuvo y su capacidad de  liderazgo. Este último aspecto sería crucial para la zona.
Vía: Apuntes liberales de un chico de derechas
Vía: Apuntes liberales de un chico de derechas
 

 
 
 
 

 
 
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