Roubini, un prestigioso académico neoyorkino, publicó en febrero de este año un trabajo que resultó profético. Ahora aporta una serie de iniciativas, que no casualmente, van siendo adoptadas por el G7.
Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York y artículista especializado, no es muy conocido para el lector común de finanzas, pero es el hombre de moda en esta crisis financiera de Estados Unidos que se extiende al resto del mundo. Por sus antecedentes académicos se ha convertido en referencia obligada y en el faro que ilumina a los desorientados inversores.
En un artículo publicado en el web español Cotizalia, (leer nota) se lo considera como la guía de aquellos que transitan desorientados por las tenebrosas calles de la coyuntura actual. Su trabajo “Riesgo de un colapso financiero o los doce pasos del desastre que está por venir” (link en inglés), publicado en febrero de este año, ha resultado ser absolutamente profético.
En el mismo, su tono apocalíptico asusta, pero todo lo que dice le da finalmente la razón.
Una profecía
Lo que podía parecer una intricada novela económico-financiera, se convirtió en una guía práctica para entender lo sucedido a partir de esa fecha.
Hace exactamente ocho meses, en su capítulo 11, Roubini escribía:
“El empeoramiento de la crisis de crédito que afecta a la mayoría de los mercados, tanto de contado como de derivados, traerá consigo un drenaje casi completo de la liquidez en numerosas áreas de negocio, incluidas algunas de las que actualmente consideramos más líquidas. Se disparará el interbancario, resultado de la percepción de un elevado riesgo de contrapartida, la falta de confianza, la prima de liquidez exigida y la propia incertidumbre crediticia. Los diferenciales entre la deuda del Tesoro y la privada así como los indicadores de volatilidad o cualquiera otra referencia indicativa de la aversión al riesgo se irán por las nubes”.
El prestigioso comentarista S.McCoy expresa “Tras recordar, con Goldman Sachs, que cada dólar de merma de capital de las entidades se traduce en una contracción del crédito diez veces superior por el efecto apalancamiento (hagan la extrapolación de los 1,4 billones de dólares en los que el FMI, que parecía agresivo antes del verano, sitúa las pérdidas potenciales para el conjunto de la industria y verán el impacto que, sobre la economía real, tiene en términos de financiación al sistema”.
Roubini concluía su artículo diciendo: “Nos encontraremos con una recesión económica global conforme las pérdidas y la restricción del crédito se expandan por el planeta. Veremos pánico, ventas desesperadas y desplome en el precio de los activos que traerán consigo quiebras de entidades sistemáticamente importantes y ampliarán los negativos efectos financieros y económicos de la crisis. La política monetaria y fiscal serán ineficaces (…). La falta de confianza en las contrapartidas generará un deseo de acumulación de efectivo que hará impotente cualquier acción sobre las tasas de interés Debemos estar preparados para lo peor: el colapso del conjunto del sistema”.
La hora de las propuestas
Pero no todas son malas noticias, o por lo menos, el profesor Roubini tomó cartas en el asunto y elaboró una serie de propuestas para solventar la crisis en un nuevo documento.
Su iniciativa coincide con el derrumbe de las bolsas en Estados Unidos, pero los hechos superaron sus peores augurios.
No sólo Islandia o Pakistán se encuentran al borde de la bancarrota, sino que la propia California, que supone un 15% del PBI de los Estados Unidos y cuya economía dobla la india, por poner sólo un ejemplo, podría, en menos de dos meses, encontrarse en la misma situación.
El panorama que presenta es desalentador, y las propuestas para superar la crisis son más propias para un enfermo terminal donde hay poco que perder y mucho que ganar.
La alternativa es compartida tanto por Lawrence Summers, ex Secretario de Tesoro con Clinton y posible integrante de un hipotético gobierno de Barack Obama, como por Stephen Roach de Morgan Stanley a través de un artículo en el Financial Times, que se publicó el día siguiente del texto del Profesor de la NYU. En su nuevo documento, Roubini vuelve sobre el particular y expresa:
“Los sistemas financieros de los países desarrollados se encaminan a un colapso a corto plazo, consecuencia de la caída libre de las bolsas, el cierre del mercado monetario y la ampliación masiva de los diferenciales de crédito, que puede conducir a quiebras generalizadas de firmas solventes pero carentes de liquidez en todos los sectores productivos (…)". A nivel económico, prácticamente no hay país sin riesgo de un aterrizaje brusco, incluidos los emergentes. El tren de la recesión global ha abandonado la estación. La ilusión de que la contracción económica va a ser brusca u corta –una V de seis meses-, ha sido sustituida por la certeza de que esto va para largo – una U que se durará, al menos dos años- e incluso por la posibilidad, si la ruptura del modelo financiero se confirma, de una recesión a la japonesa que se alargue durante más de una década.
En un mundo tan sobrado de capacidad productiva como el actual, la reducción de la demanda traerá consigo la siguiente preocupación: la deflación, una amenaza difícil de combatir cuando el precio del dinero se acerca peligrosamente a cero. (…) La desconexión entre políticas monetarias cada vez más agresivas y el aumento de las tensiones en los distintos activos a los que debería afectar es especialmente preocupante (…). Cuando los mercados están sobrevendidos, incluso las medidas más desesperadas no tranquilizan a sus partícipes, como ha quedado probado. (…) Llegados a este punto, el daño está hecho. Sin embargo, aún se puede evitar este desastre económico y financiero. Se requiere liderazgo y una acción coordinada por parte de las mayores economías del mundo consistente en:
Nuevo recorte masivo de tasas de interés alrededor del planeta de 150 puntos básicos de media. ¿El principal opositor? Imaginable: Trichet "Hay que dejar madurar las decisiones anteriores".
Garantía generalizada de todos los depósitos, hasta que se distingan las entidades efectivamente quebradas de aquellas solventes pero que sufren problemas momentáneos de tesorería a las cuales habrá que inyectar capital público algo, aparentemente, en camino según ha anunciado Paulson para las firmas de su país.
Congelación de la carga financiera de aquellos particulares que no pueden afrontar sus pagos y paralización inmediata de las ejecuciones hipotecarias.
Provisión masiva e ilimitada de fondos a las entidades financieras solventes.
Provisión de fondos a empresas productivas solventes que sufren problemas transitorios de tesorería.
Políticas fiscales expansivas consistentes en incremento del gasto público, cobertura por desempleo, devoluciones de impuestos a los ciudadanos de rentas más bajas y apoyo a aquellas administraciones regionales más necesitadas. Esta idea es tomada de forma casi literal, por el especialista del Washington Post, Sebastian Mallaby, que la considera "la forma más rápida y más justa de ayudar al ciudadano de a pie".
Acuerdo entre países acreedores y deudores para la financiación ordenada de sus déficits y reciclado hacia las economías necesitadas de sus superávits para evitar un ajuste brusco de tales desequilibrios. Resulta, cuando menos, desalentador que, la posibilidad de coordinación con otras naciones con problemáticas ¿distintas?, fuera considerada ayer como ingenua por el Secretario del Tesoro estadounidense frente a la confianza mostrada por el primer ministro británico, Gordon Brown, en un artículo publicado en The Times que pretende sentar las bases que han de regir el sistema en el futuro.
A día de hoy, cualquier propuesta que no se acerque a estos mínimos provocará un crash de mercado, el colapso financiero mundial y no una recesión sino una depresión global. Veremos que sale de la reunión del FMI, el Banco Mundial y el G7 de este fin de semana”.
Una conclusión, por cierto, clavada al final del último artículo de Krugman, también del día 9: "las cosas pueden ir a peor en los próximos días y, si no se hace nada, definitivamente empeorarán".
Una vez leídas las propuestas del profesor Roubini en medio de tanto desconcierto, surge claramente que tal vez sea de los pocos que esté dando una dimensión real de lo que está ocurriendo estos días. De la lectura de sus recomendaciones, surge que gran parte de las recetas colectivas que propone han sido implantadas, tanto de forma coordinada, como de manera individual, por algunas de las naciones más afectadas.
Una de las respuestas más contundentes la dio el propio Bush, que como acota SMcCoy “ acompañó sus palabras del "podemos" que tanta falta hacía, para darse cuenta de que así es”.
Para muchos analistas, en estos días tan complicados, se impone el modelo chino de socialismo financiero y capitalismo productivo. Es increíble y muy complicado de aceptar, pero es una conclusión evidente de la que, sin embargo, nadie se ha hecho eco a día de hoy. Es el mismo árbol el que impide ver el bosque.
El mismísimo New York Times defiende las medidas keynesianas de los años 30 como única salida: "extiendan los cheques y preocúpense luego de la ideología", subraya Floyd Norris en su columna económica.
En tanto, un nuevo orden mundial se va construyendo lentamente mientras la crisis sigue su curso.
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