Hay quien, erróneamente, dice que la Bolsa es una especie de casino. Y no es así.
Es cierto que existe un riesgo al invertir en la Bolsa. De hecho, es un riesgo doble: el riesgo de invertir en una empresa y el riesgo derivado de la coyuntura del mercado, pero tanto las ganancias como las pérdidas están directamente relacionadas a la cantidad invertida.
Si un ahorrista decide invertir parte de sus excedentes, el dinero invertido cotizará en el mercado en forma de valores (normalmente acciones). Es decir, su valor puede subir o bajar (plusvalías o minusvalías), puede recibir una compensación (pagos de dividendos, ampliaciones de capital...) o no recibirla, pero no es posible invertir 100.000 bolívares y perder un millón. Sí ha ocurrido lo contrario: invertir 100.000 bolívares y ganar un millón, aunque, evidentemente, no es lo habitual.
Las empresas, coticen o no en Bolsa, son entidades con ánimo de lucro, es decir, pretenden ganar dinero y a ello dedican sus recursos. Cuando un ahorrista decide invertir su dinero en una empresa, está entrando a formar parte de un proyecto, el de la empresa, que pretende ser acertado. Puede ocurrir que esa empresa equivoque sus estrategias, que no cumpla sus objetivos, puede incluso sufrir las consecuencias de un terremoto. Cuanto más innovador sea el campo en el que se mueve la empresa elegida, mayor será el riesgo que debe asumir el inversionista. Y, en la misma medida, una empresa consolidada representa un riesgo menor. Pero el riesgo siempre existe.
Además, como anotamos antes, al riesgo empresarial hay que sumar el riesgo que implica el propio mercado, sujeto a otros parámetros, como la evolución de los tipos de interés o las crisis o "booms" en otros mercados. La coyuntura puede hacer que el precio del valor se altere... para bien o para mal.
Y si es así, ¿por qué correr un riesgo? Porque, hagamos lo que hagamos, el riesgo existe. De manera, que si invertimos una parte de nuestros ahorros en la Bolsa lo que estamos haciendo es diversificar, es decir, reducir el riesgo. Además, ese dinero está produciendo porque no estamos comprando una propiedad "muerta", sino una empresa "viva". Por otra parte, es necesario recordar que en la Bolsa cotizan otros valores, además de las acciones, que no representan el mismo riesgo. Por ejemplo, la renta fija pública.
Y el hecho de que el valor que hemos comprado cotice en un mercado tiene también sus ventajas: la fijación de un precio a través de un método establecido y conocido, la publicación de ese precio (que podemos conocer en cualquier momento) y la facilidad para venderlo (la concurrencia aumenta la posibilidad de encontrar una contrapartida).
Aún así, la elección de la Bolsa como vía para rentabilizar los ahorros implica un riesgo. Pero riesgo no quiere decir pérdida, quiere decir que no se puede predecir. Y, aún así, existen fórmulas para reducirlo. El primero es plantear adecuadamente la inversión: decidir cuánto dinero va a invertir, cuál va a ser el plazo de la inversión y cuál es el riesgo deseado. En segundo lugar, diversificar, repartiendo la inversión en valores de renta fija y de renta variable. Y, en tercero, estar informado. Esa es, al fin y al cabo, la mejor herramienta del inversor: la información.
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