CIUDAD GUAYANA, Venezuela — Cuando un grupo de planificadores urbanos de Harvard y el MIT (Massachussetts Institute of Technology) llegaron a este lugar en los años 60 para diseñar una ciudad industrial completamente desde cero, imaginaban una “Pittsburgh del trópico”, que pudiera potenciar la industrialización y el crecimiento poblacional al sureste de Venezuela.
Esta visión de ciudad de 250.000 personas se hizo realidad en un lugar que se dió a conocer por su relativa prosperidad. Pero a medida que creció la población, ahora estimada en un millón de habitantes, y la competencia por el tierra y los empleos se hizo violenta, Ciudad Guayana se ha convertido en un ejemplo emblemático de una nueva forma de desorganización urbana. Sus problemas están atrayendo el escrutinio social mientras el Presidente Chávez se embarca en una fase de urbanismo utópico.
Grupos de indios Warao, que migran desde el Delta del Orinoco, suplican por alimentos en las intersecciones de esta ciudad. Muchos trabajadores, demasiado pobres para adquirir un vehículo en esta ciudad de escaso transporte público, la única opción son unos atestados camiones tipo pick-up llamados “perreras”.
Y no muy lejos de las urbanizaciones para la élite de empleados públicos, con sus casas estilo hacienda y los amplios garages para sus camionetas sport, los ranchos de madera erigidos por emigrantes de todas partes de Venezuela reflejan una severa escasez de vivienda que ha llevado a frecuentes encontronazos entre policías e invasores.
“Hoy, compartimos los mismos problemas del resto de Venezuela“, dice Leopoldo Villalobos, prominente historiador que vive aquí y que ha seguido la evolución de la ciudad.
Villalobos dijo que los esfuerzos de Chávez son parte de una tradición de los presidentes venezolanos, que intentan “dejar su marca” erigiendo nuevas ciudades. Rómulo Betancourt fue la fuerza detrás de Ciudad Guayana, y Rafael Caldera construyó Ciudad Sucre en la frontera suroeste hace una década, para ayudar a prevenir incursiones guerrilleras.
Los ambiciosos planes de Chávez incluyen una ciudad acerera cerca de aquí, en Bolívar, y otras ciudades destinadas a la refinación de crudo, producción de aluminio y extracción de diamantes.
Un domingo de Julio, el presidente comenzó su programa de televisión desde un helicóptero, en un emplazamiento cercano a Caracas, donde se construye la primera de sus llamadas ciudades socialistas - bautizada Camino de Los Indios. El proyectó levantó protestas en Federico Quiroz, un barrio pobre caraqueño en el que los residentes serán reubicados por fuerza hacia la nueva ciudad.
Ciudad Guayana sigue siendo un bastión del apoyo al presidente, y sus envejecidas industrias siguen teniendo importancia estratégica para la aparentemente eterna búsqueda de este país de disminuir la dependencia de la exportación petrolero.
Los obreros han sido, en su mayoría, partidarios de los cambios en compañías como Alcasa, una productora de aluminio que dirige Carlos Lanz - un ex-guerrillero comunista y hoy uno de los principales teóricos de los esfuerzos de Venezuela por permitir que los obreros co-administren las industrias del Estado.
Pero estos experimentos con el socialismo no han creado suficientes oportunidades para los residentes de este lugar. La falta de viviendas y un alza en los asesinatos por tiroteos entre obreros (miembros de sindicatos que compiten por los empleos de construcción) hacen preguntarse a muchos cuál es el verdadero compromiso por una mejor vida para los venezolanos.
“Este es el sitio más peligroso de Venezuela para un obrero afiliado a un sindicato“, dijo Laurent Labrique, director del grupo de Derechos Humanos Provea, que investiga más de 100 asesinatos de obreros gremialistas ocurridos en esta zona en los últimos tres años.
El desempleo se estima cerca del 14%, en constraste con la tasa nacional del 8%.
Ciudad Guayana fue construida en una atmósfera de optimismo. Las amplias avenidas pavimentadas y los bloques de apartamentos rectangulares evocan la sensación modernista de ciudades como Brasilia, construida pocos años antes. Los políticos en Caracas, atraidos por las cercanas minas de hierro y bauxita, echaron millardos de dólares en la construcción de esta ciudad alrededor de las plantas de acero y aluminio.
Los problemas comenzaron a principios de los 80, cuando el gobierno absorbió las pérdidas de las mal administradas empresas estatales. Para el momento en que Chávez fue electo en 1998, ya existía el déficit de viviendas que no podía ser resuelto por los altos bloques de apartamentos construidos por la Corporación Venezolana de Guayana, un holding estatal que controla la mayor parte de la industria en esta región.
Siguió un alza en la invasión de tierras, con los invasores animados por los comentarios populistas de Chávez, según dijo la planificadora urbana Clara Irazábal, venezolana, desde la Universidad de Southern California. Los rancheríos se extienden desde San Félix, el antiguo casco colonial, hasta Puerto Ordaz, donde habitan las clases medias y alta.
“No tenemos agua corriente, ni vías asfaltadas, y la única electricidad viene de allá arriba“, dijo Niurka Muñoz, un ama de casa de 31 años señalando a un amasijo de cables que ilícitamente absorben la energía desde la red eléctrica y la llevan hasta su casa en el barrio Hugo Chávez Frías, un rancherío ensamblado con maderas desechadas y bloques de concreto, cuyos residentes bautizaron en honor al Presidente.
Ninguno de los organismos estatales tiene estimados precisos de cuántos invasores viven aquí, aunque los defensores de los derechos a la vivienda dicen que se necesitan más de 10.000 nuevos hogares.
Los empleados de cuello blanco en la Corporación Venezolana de Guayana, que administra muchos aspectos de la vida en esta ciudad, dicen que hacen lo que pueden para mejorar la situación. “Estamos tratando de imponer el orden en una situación difícil“, dijo Andres Cabezas, vicepresidente de desarrollo territorial de la CVG, quien debe velar por la construcción de las nuevas urbanizaciones para los invasores.
A pesar de todas sus dificultades, la ciudad sigue siendo un imán para todos los que huyen de la desesperación en otros lugares. “Sueño con regresar a mi hogar algún día“, dijo José Contreras de 35 años, uno de los indios Warao que habita cerca de la estación de autobuses, en un campamento de tiendas y hamacas, regado de basura. “Pero aquí es donde puedo conseguir algo de comer y de beber”.
El fracaso de Ciudad Guayana
Por Simón Romero para New York Times
Versión en castellano de Noticias24
[ Via New York Times ]
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