2.8.07

Dióxido de carbono y riqueza

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El bien publicitado movimiento ambientalista, que busca la reducción de las emisiones de dióxido de carbono, enfrenta un serio dilema (aunque no lo reconozca). En esta etapa de la historia humana no es posible al mismo tiempo reducir las emisiones de dióxido de carbono y la incidencia de la pobreza en el mundo.

GDP per cápita vs emisiones de dióxido de carbono

Correlación entre las emisiones de dióxido de carbono y el producto interno bruto
per cápita. Fuentes: CIA World Fact Book y Departamento de Energía de los Estados
Unidos. Producido por
Tom Hanson.

En el gráfico de arriba se muestran estimaciones del producto interno bruto (PIB) per cápita de distintos países, como función de sus emisiones de dióxido de carbono per cápita anuales. Como se puede ver los países más ricos (al menos cuando la riqueza es estimada por el PIB) son los que emiten más dióxido de carbono por persona. Al mismo tiempo los países más pobres emiten menos dióxido de carbono por persona.

Esta correlación, que quizás pueda parecer trivial, es muy importante, pues las emisiones de dióxido de carbono industrial son una medida directa del grado de industrialización de un país. La razón es muy sencilla: para industrializar un país se requieren ingentes cantidades de energía y las principales fuentes de energía en la actualidad son los combustibles fósiles.

El eslabón final en la cadena de razonamiento es el siguiente: las economías más industrializadas son las que permiten a la gente disfrutar del mayor grado de prosperidad. Esto es así porque al industrializar masivamente, la productividad de cada trabajador se incrementa, es decir, la cantidad de productos que un trabajador puede generar por unidad de tiempo aumenta, liberando de esta forma trabajo que puede ser usado para satisfacer más necesidades de cada individuo.

Y mientras cada vez más de nuestras necesidades elementales pueden ser satisfechas de manera más eficiente y económica, se liberan recursos (materias primas y tiempo) para poder dedicarnos a actividades más "elevadas", por así decirlo.

Piénselo de la siguiente forma: un Robinson Crusoe, abandonado en una isla del Pacífico, difícilmente podría dedicarse a la astronomía o la filosofía. Sus energías tendrían que ser dedicadas casi exclusivamente a la búsqueda de alimento y a la construcción y mantenimiento de un refugio adecuado. Es solamente cuando Crusoe dispone de herramientas tecnológicas que le permiten satisfacer sus necesidades básicas de manera rápida y eficiente, que nuestro náufrago puede dedicarse a cosas más edificantes (como por ejemplo, la proteción del ambiente). Y producir toda esa amplia gama de herramientas tecnológicas requiere del consumo de energía.

Uste puede pensar también en las tribus de indígenas que habitan el Amazonas. Sí, es cierto, los indígenas emiten cantidades ínfimas de dióxido de carbono. Pero también es ciertos que esa gente vive en la más abyecta pobreza.

Los ambientalistas fundamentalistas, al proponer e intentar imponernos reducciones de las emisiones de dióxido de carbono —sobre todo a los países subdesarrollados— lo que están proponiendo en la práctica es la vuelta de la civilización a la edad de piedra. Usted decidirá si esa es una etapa a la que es deseable regresar. Pero en el proceso de decisión, lo mínimo que debe hacer es estar bien informado en cuanto a lo que está buscando.

Ideas y gráfico tomado de Carbon Dioxide: The Anti-Poverty Gas.

Vía: El Liberal Venezolano

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