Lu, un bloguero canario, en su sitio {Copensar} comenta que el artículo, que merece la pena leer entero (aunque está en inglés), aporta evidencia, sobre el "escaso efecto del dinero en la felicidad sostenida". (Sacar la lotería produce un shock transitorio, igual que, por lo visto, quedarse parapléjico produce una depresión también transitoria en general).
Esta afirmación ("el dinero no da la felicidad") debe tomarse con todos los matices y reservas que queramos, pero creo que tiene también un núcleo potente de "verdad". Quiero decir, que sí, que es cierto que la frase se aplica a niveles por encima de un cierto umbral, y que parte de la felicidad o infelicidad del dinero depende de nuestra posición relativa respecto a los demás; pero que también es cierto que por encima de ese umbral un incremento en el dinero no supone un claro aumento en la felicidad.
El análisis del citado enlace va más allá, y pregunta: si más dinero no da más felicidad, entonces, ¿qué es lo que da más felicidad?
La respuesta que encuentra es que la diferencia está no en tener más dinero, sino en cómo se gasta.
El enfoque es gracioso, pero no del todo... habla de la distinta tolerancia a distintas fuentes de felicidad o infelicidad. Por ejemplo: una vez que tu vivienda es suficientemente grande, tener el doble de espacio no te hace necesariamente más feliz, especialmente si todos los demás tienen, igual que tú, mucho espacio disponible.
En cambio, al ruido y al tráfico parece que el cuerpo no se acostumbra nunca. Los efectos sobre la hipertensión arterial y la irritabilidad son mantenidos, incluso en conductores de autobús que se supone tienen tiempo para acostumbrarse a ese tipo de stress.
Así que la diferencia podría estar, no en el dinero, sino en cómo se gasta. El autor del escrito propone que una vez asegurada la comida diaria y esas cosas, lo siguiente es un ambiente saludable y no un vehículo más rápido "para crear embotellamientos más estresantes."
¿Sensato? ¿Trivial?
Yo tenía la idea -dice Lu- de que trabajando menos se puede ser más feliz.
El escrito comentado aquí añade, además, que gastando distinto se puede ser más feliz.
Esto seguramente tiene unas implicaciones políticas (y no sólo personales) inmensas.
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