24.6.07

Cerrando el círculo de la economía virtuosa o hasta cuando los breves booms en medio del estancamiento

John C. Edmunds

Doctor en Administración
de Empresas de la
Universidad de Harvard,
profesor de finanzas de
Babson College en
Boston y coautor de
Wealth by Association



Para que la economía de un país crezca en forma sostenida necesita renovarse a sí misma fomentando nuevos negocios que, con el tiempo, reemplacen a los que van quedando obsoletos. De acuerdo a esta idea del proceso de crecimiento, los países que dependen de la exportación y producción de materias primas no viven largos períodos de crecimiento sostenido interrumpidos por recesiones cortas. Al contrario, experimentan breves booms seguidos por largos períodos de estancamiento y depresión.


En Latinoamérica, la mayoría de las personas creen en esta idea.


Por eso, el objetivo primario de la política económica durante los últimos setenta años ha sido fomentar la industrialización. Hoy, tras cinco años de fuerte crecimiento económico en la región, un número creciente de observadores están repensando esta doctrina fundamental. Lenta y tentativamente, están abandonando la idea de que los países latinoamericanos algún día se convertirán en naciones industrializadas. La causa no fue el ascenso de los tigres del sudeste asiático; al contrario, los vieron como brillantes ejemplos.


Lo que cambió sus convicciones fue el surgimiento imparable de China como un país industrial. Antes, aún creían que la industrialización era un imperativo, pero después comenzaron a redefinir sus puntos de vista y a hablar de industrialización selectiva. Entonces, aparecieron India y Vietnam como gigantes emergentes en la escena mundial. Esto desanimó a algunos expertos, ya que Latinoamérica había caído irrecuperablemente en la fuerte lucha para ser industrialmente competitiva.


Mientras, las condiciones económicas en Latinoamérica mejoraban a un ritmo alentador desde 2003. Los pesimistas despreciaron los cinco años de crecimiento, calificándolos como un boom de materias primas. Pero la región ha estado pasando por más que un boom. Han surgido dos patrones positivos que merecen más cobertura periodística de la que han recibido. El primero es que varios países ahora exportan servicios. El turismo y la oferta de una buena calidad de vida para los retirados de los países ricos son dos de las categorías más grandes de exportación. Y muchos países han logrado exportar servicios sofisticados, como consultorías, ingeniería y arquitectura. Esas categorías mueven poco dinero, pero están creciendo.


Y el segundo patrón está en la reforma de los sistemas financieros nacionales. Al menos cinco países latinoamericanos, y quizás ocho, han aplicado cambios que activaron sus mercados de capitales. Éstos catalizaron un nuevo crecimiento, crearon trabajo para personas altamente preparadas, y han subido el valor de toda clase de activos.

Las reformas, sin embargo, no reciben mucho crédito. Primero, porque se han aplicado en forma paralela al boom de los commodities, lo que hace que muchos subestimen su contribución al crecimiento y les den el mérito a los precios de las materias primas. Y segundo, porque la doctrina de la industrialización, que se aferra en la mente de muchas personas, asigna un papel subordinado a los sistemas financieros nacionales.


El actual es un buen momento para observar en forma cuidadosa el sendero a la prosperidad económica que han tomado los países latinoamericanos clave. Sin anunciarlo oficialmente, la región escogió un camino que da aumentos rápidos en la riqueza financiera. Pero éste tiene desventajas, como la inestabilidad y la desigualdad. El desafío es aprovechar todo el poder del mecanismo de creación de riqueza financiera y hacer que entregue resultados para todos los estratos económicos. Esto no se ha logrado porque las reformas financieras aún están incompletas.


Y estarán completas cuando los países logren cerrar el proceso de financiamiento de nuevos emprendimientos. Chile y Brasil casi lo han hecho, pero todavía es necesario un próximo paso, no sólo una vez, sino otra y otra más. El proceso empieza cuando los empresarios locales obtienen de fuentes locales capital de riesgo para nuevos negocios. Y termina cuando las ganancias que los inversionistas obtienen de los emprendimientos exitosos compensan las pérdidas de los que fallan. Los inversionistas locales obtienen ganancias suficientemente altas cuando las compañías exitosas se abren a la bolsa. Esto no ha sucedido todavía, pero sucederá pronto.

Luego, el capital de riesgo logrará la credibilidad que todavía no tiene y los montos del financiamiento aumentarán. Después de que haya suficiente capital disponible, varios países latinoamericanos podrán retener a sus talentos jóvenes y el beneficio de la innovación y renovación económica que ellos puedan lograr. Cuando sea posible completar el círculo virtuoso se habrá ganado la lucha competitiva que realmente importa. Entonces serán capaces de compararse favorablemente con las economías asiáticas.


Revista América Economía

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